Historia del arte · Mitología comparada · Psicología profunda · Simbología religiosa · Filosofía oculta

15 de febrero de 2010

Duodecim Claves

Introducción

asilius Valentinus (Alsacia, c. ¿1394?) es uno de los más importantes alquimistas europeos del siglo XV. Fue monje benedictino de la abadía de San Pedro, en Erfurt, Prusia, electorado de Maguncia hacia 1413. Estudió Medicina y utilizó el antimonio para elaborar remedios medicinales. Realizó diversas investigaciones sobre metalurgia y amalgamas y describió la forma de preparar el ácido clorhídrico. De sus obras, publicadas alrededor de 1600, destacan El carro triunfal del antimonio y Tratado químico filosófico de los metales y de los minerales. No obstante, la identidad de Basilio Valentín es misteriosa e incierta, habiéndose incluso cuestionado su propia existencia, y es posible que los escritos que se le atribuyan hayan sido elaborados en la última década del siglo XVI.

Su obra, Duodecim Claves (Las Doce Llaves), parece haber sido publicada primero en Alemania, 1559, con el título de Zwolff Schlüssel por Johann Thöldius que repitió la edición en 1603 y que, un año después publicó El carro triunfal del antimonio, atribuido a Basilio Valentín con algunas reservas.

Este importante texto fue también incluido en diversos compendios como el Musæum Hermeticum. Una de las primeras publicaciones fue en Ein kurtz summarischer Tractat, von dem grossen Stein des Uralten..., Eisleben, 1599, sin ilustraciones y nuevamente en Leipzig en 1602 con algunos grabados, probablemente realizados en cobre. Un número de ediciones fueron emitidas durante los siglos XVII y XVIII, en latín, francés, inglés y alemán.

La más importante de ellas es la de Michael Maier incluida en su Trípode Aureo (junto con el Crede mihi de Norton y el Testamento de Cremer, abad de Westminster, impreso por Lucas Jennis, Frankfurt, 1618). Como se sabe, Michael Maier, alquimista, fue una de las figuras centrales de todo el vasto movimiento hermetista que floreció públicamente en Alemania durante los primeros 20 años del siglo XVII. Era un excelente latinista y, por vivir en la época en que el alemán moderno sustituyó al medio alemán, conocía bien esta última lengua en la que Basilio Valentín escribió Las Doce Llaves. Por todo ello pudo realizar una versión latina fidedigna. Además, en la imprenta de Lucas Jennis, que fue un centro donde confluyeron muchos libros herméticos, había en tiempos de Maier planchas de otras ediciones originales de obras de Basilio Valentín (concretamente del Tratado del Azot que fue reproducido en la Philosophia Reformata de Mylius y en el Viridarium Chymicum de Daniel Stolcius von Stolcenberg).

J. J. Manget reprodujo integralmente en su Bibliotheca Chemica Curiosa, Ginebra, 1702, la edición de Maier. Posteriormente, Guillaume Salmón editó en el tomo III de su Biblioteca de Filósofos Químicos (París, 1741) Las Doce Llaves aunque sin grabados y sin el "Prefacio de Basilio Valentín" que aquí se incluyen.

Las Doce Llaves Filosóficas de Basilio Valentín representan el trabajo interior que debe realizar el ser humano para su transmutación espiritual. Como siempre, a esta obra se le ha intentado interpretar de forma literal y exterior, y muy pocos imaginan que en estas claves se encuentra la Llave para la autorrealización íntima del hombre.

Duodecim Claves Philosophicæ

El Prefacio
de
Basilio Valentín, el benedictino

Sobre
La Gran Piedra de los
Antiguos Sabios.


Después de haber sufrido los temores propios del hombre, empecé a considerar, en la simplicidad de la naturaleza, las desgracias de este mundo, y lloré íntimamente sobre las faltas cometidas por nuestros primeros padres. Porque no existe sitio ninguno sobre la tierra para arrepentirse, porque los hombres se vuelven peores y no se aplican activamente a la penitencia ante las penas que sufrirán imperscrutablemente eternas; por ello yo me apresuré tanto como pude a sustraerme al mal, a renunciar al mundo, y a darme a Dios como servidor.

Y como después de algún tiempo ya vivía en mi orden y no quería, después de mi absolución recibida al deber impuesto de la plegaria, que el espacio de libertad que me quedaba fuera disipado en vano y que mis pensamientos se volvieran causa de nuevos pecados, me decidí a estudiar la Naturaleza y, por su anatomía, a investigar sus misterios. Lo cual está reconocido como lo más elevado, después de las cosas eternas, entre las de la tierra. Cuando hube encontrado en nuestro monasterio numerosos libros escritos mucho antes de mí por los filósofos que siguieron la Naturaleza en sus estudios y en sus investigaciones, apliqué a ello mi espíritu con más placer, para aprender las cosas que ellos mismos habían sabido, aunque me pareció difícil, y todo es penoso al principio y más fácil al final. Para que yo adquiriera también estos secretos que otros habían conocido antes que yo, rogué a Dios, quien me los concedió.

Yo tuve, en nuestro monasterio, un hermano al que atormentaba el dolor nefrítico de un cálculo, de modo que, enfermo, se postraba a menudo en la cama. Había consultado muchos médicos, y no recibiendo asistencia eficaz, abandonado a todo socorro humano, ofreció su vida a Dios.

Emprendí entonces la anatomía de las hierbas, las destilé, extraje su sal y su quintaesencia, mas no pude encontrar ninguna de ellas que liberase a ese fraile de su afección, aunque experimenté mucho, pues no eran suficientemente activas en su grado para curar este mal. Y no encontré ningún vegetal que no experimentase, por espacio de seis años. A partir de este momento, con el espíritu más avivado, concentré mis pensamientos, reflexionando sobre este asunto. Me puse a aprender y a seguir esta ciencia fundamental, que el Creador había escondido en los metales y las minas de la tierra; y cuanto más buscaba más descubría. En efecto, un rayo de luz salía siempre de otro, y Dios me concedió esta felicidad, a fin de que llegase al conocimiento de muchas cosas y que mis ojos las vieran, cosas que la Naturaleza había introducido en los minerales y los metales, precisamente diferentes, para que fuera difícil a los ignorantes penetrarlas.

Entre todas estas cosas tomé en un mineral lo que está compuesto de numerosos colores, y que es de muy gran eficacia en el arte.

Para ello extraje una esencia espiritual y ésta restableció a mi hermano enfermo a su salud de antes. Y más aún, este espíritu era fuerte hasta tal punto que pudo fortalecer el espíritu de mi hermano que rogó por mí, durante su ocio de cada día, hasta que murió. Por otra parte sobrevivió largo tiempo después de que se restableció. Sus plegarias y las mías tuvieron también tanta fuerza que el Creador me iluminó y, también a causa de mi aplicación, me mostró lo que queda oculto a los prudentes, según se les llama.

Y así, por este tratado, he querido indicarte y abrir la Piedra de los Antiguos, que nos viene del cielo, para la salud y el consuelo de los hombres, en este valle de miserias, como el más alto tesoro terrestre concedido y para mí cuán legítimo. Así como lo leerás, lo he escrito para la utilidad de la posteridad y no para la mía. Después que hube adquirido el conocimiento por los libros de numerosos hombres muy experimentados, establecí mi enseñanza, sometido a la filosofía, tan sobrio de palabras como abundante de sentido, de modo que puedas llegar a la Piedra, sobre la que se apoya la Verdad, con la recompensa temporal y la promesa de eternidad.

Así sea.

I

Fulvo Regis fiat diadema metallo
Iungatur sponso sponsa pudica suo
Inde lupo rapido comedendum porrige regem,
Idq: ter, atque lupum fortiter igne crema.
Hinc rex prodibit macula purgatus ab omni,
Sanguine qui propio te renovare potest.

Que la esposa púdica sea unida a su esposo
La corona del rey, hecha de un metal flavo.
Libra a continuación el rey al hambre de un lobo vivaz.
Haz esto tres veces y consume al lobo por un fuego muy violento.
El rey saldrá con ello puro de mancha,
Y de su propia sangre te podrá renovar


II

Vestibus abiectis. Sol nudus & ipsa Diana
Nuda sit, optatus manet ut inde torus.
Sponsæ ex ahtletis pretiosa sit unda duobus,
Pro Sponso proprium corpus ut illa lavet.
Certent certantes, postquam cessaverit ardor
Martius, e pugna pulchra brabæa ferent.

Dejadas sus vestiduras, que el Sol con Diana
Sean desnudados uno y otro, para el himeneo deseado,
Que dos luchadores se haga el precioso baño de la esposa,
Para que ella lave en él su cuerpo en atención al esposo.
Los combatientes combatirán, y cuando su ardor marcial
Haya cesado, tendrán un bello trofeo de su lucha.


III

E petris aquilæ rigidum coniunge Dragonem:
Exuret pennas, solvet & ille nives.
Cum sale cœlesti sulphur servare memento,
Astutam vulpem gallus ut inde voret.
Ales mersus aquis ad vitam ex igne redibit,
Sentiet atque parem vulpis ab ore necem.

Proveniente de la roca, que el dragón helado sea unido al águila:
Uno quemará sus plumas, el otro fundirá sus nieves.
Preserva bien tu azufre con la sal celeste
Para que el gallo devore al zorro malicioso.
El pájaro ahogado en la onda retomará vida al fuego,
Y a su vez morirá bajo los colmillos del zorro.


IV

Omnis in orbe caro quæ terrâ traxerat ortum,
In cineris rursus post breve tempus abit.
E cinere exurget sal, quod revocabit ad auras
Carnem, prædicto quæ resoluta modo.
Qui cupis hoc cursu revocatas cernere formas,
Redde sali sulphur mercuriumque simul.

Toda carne aquí abajo, proviene de la tierra,
Al cabo de poco tiempo retornará a cenizas;
La sal saldrá de allí, por medio de la cual
Reaparecerá al día la carne así disuelta,
Tú que de esta manera quieres ver las formas pasadas,
Entrega a la sal a la vez el azufre y el mercurio.


V

Terra nihil per se tenues producit in auras :
Spiritus est vitam qui dat, eamq; fovet.
Spiritus hic nitidis ortum deducit ab astris.
Hinc capiunt vides cuncta metalla suas.
Est lapis Herculeus ferro coniunctus amore:
Mercurium nostrum sic Leo noster amat.

La tierra por ella misma no produce nada,
Es el espíritu quien abastece y sostiene la vida.
Toma su origen de los astros luminosos.
De allí todos los metales extraen sus cualidades.
La piedra Hercúlea se une con amor al hierro,
Así, nuestro león ama a nuestro mercurio.


VI

Fœmina iuncta mari producat semine germen
Tum sua Neptunus balnea ritè paret,
Mas duplex niveo post pascatur Olore,
Perdat ut, & vitam cernat uterque suam.
Quatuor hinc venti spirabunt, Rexq: per ignem
Iungetur sponsæ, plenus amore, suæ.

Hembra y macho unidos hacen germinar la semilla.
Que entonces Neptuno prepare los baños requeridos
Después de que el macho doble devore un nevoso cisne
A fin de que dos pierdan y recobren su vida,
Cuatro vientos soplarán y el rey, por el fuego,
Se unirá lleno de amor, a su esposa querida.


VII

Ver, æstas, autumnus, hyems, aqua, Sal Philosophorum
Conficiunt nostrum Sole favente Chaos.
Ni tamen Astraeæ iustissima pondera sumas,
Vix aderit votis aura benigna tuis.
Hermetis firmo vitrum conclude sigillo.
Materies ventis ne fiat esca vagis.

Primavera, verano, otoño, invierno, agua, Sal de los Sabios
Componen nuestro Caos a calentar al sol.
Si sin embargo, de los astros, no has puesto pesos justos,
Ninguna propicia brisa cumplirá tus deseos.
Del firme sello de Hermes, cierra el vidrio, por temor
A que tu materia no sea presa del errante viento.


VIII

Ad putrescendum mandantur semina terræ,
Ut redeant tumulo corpora nostra latent
Sic insunt uni quoque cuncta Elementa Elemento.
Si reliqua ex uno ritè vocare queas.
Hic scopus est operis, cunctorum hæc meta laborum;
Si collimaris, clavis habebis opes.

Para pudrirse las semillas a la tierra se confían.
Nuestros cuerpos son puestos en la tumba, mas para volver a salir.
Así, todos los elementos se encuentran en cada uno,
Si puedes, como conviene, de uno extraer los otros.
Es esto el fin de la obra, la meta de todos los trabajos;
Si lo has ajustado bien, obtendrás de ello la llave.


IX

De tribus exurgat celeres fac cordibus angues,
Hæc postquam vitreo clauseris Orbe simul.
Blanda Venus referet caudam Pavonis amœnam,
Atque oculos niveo pascet olores tuos.
Saturnus posthac corvo laetabitur atro,
Proferet & pennas ala aquilina suas.

Haz que de un triple corazón crezcan tres serpientes vivas,
Después enciérralas juntas en el vaso de cristal.
Venus hace admirar la graciosa cola del pavo,
Y alegra tus ojos con un cisne blanco como la nieve.
Favorito de Saturno, un cuervo negro seguirá,
Y después del ala del águila presentará sus plumas.


X

Hermogeni Phœbus debet primordia vitæ,
Luna iuvat radiis Hyperiona suis.
Mercurius damnum patietur, & inde peribit,
Ni promptus Iamsuph iunxeris huicce suum.
Qui bene scripta capis, laudes celebrato Iehovae,
Mortales tanta quòd tarione beet.

Febo toma de Hermógenes su principio vital.
La Luna ayuda a Hiperión con sus rayos.
Mercurio sufre el daño, y él perecerá
Si no le das prontamente su Jamsuf.
Tú que comprendes este verso, da gracias a Jehovah
De que un tal entendimiento sea otorgado a los mortales.


XI

Orpheus Euridicen. Frater cùm nempe sororem
Duxerit, illorum corpore sanguis eat.
Hunc Patris & Matris calido coniunge cruori.
Atque Magistrorum post benè claude globum.
Tum Leo magnanimus, numerosa prole beatus
Hæredes cernet corporis inde sui.

Como Orfeo a Eurídice, el hermano desposará
A la hermana, y de sus cuerpos se verterá la sangre.
Júntala al humor cálido del padre y de la madre,
Después cierra con cuidado el globo de los Adeptos.
Entonces el fiero león de prolífico cuerpo
Contemplará, feliz, su numerosa prole.


XII

Serpentem Leo magnanimus si forte vorabit
Mercurious flores tum tibi mille dabit.
Nam sine fermento lapis haud operatur ad aurum:
Iunctus at ingressu tingere multa potest.
Hoc usus medio clausa omnibus omnia cernes
& facilem adspicies ad tua vota Deum.

Si el león generoso devora la serpiente,
Mercurio te dará flores a millares.
La piedra sin fermento no puede producir oro,
Pero teñirá mucho unida a él por ingreso.
Por ella verás todo lo que está oculto,
Y Dios será propicio a satisfacer tus deseos.