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5 de noviembre de 2009

Fénix

Serie Bestiarum (Nº1).

énix. Ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, dorado, anaranjado, púrpura y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras que poseía ciertos rasgos de faisán o de garza. Su mitología se origina en Medio Oriente, Arabia, el norte de África y la India, y afirma que el ave apareció en la India y se estableció en Etiopía y más tarde adoptó una ruta migratoria hacia Egipto atravesando Medio Oriente. Se le asocia con la Piedra Filosofal y con la figura de Cristo. Fue citado por Hesíodo por primera vez en el siglo VIII AEC. y más tarde descrito por el historiador griego Heródoto (484-425 a.C.) en sus Nueve Libros de la Historia.
Entre otros autores que citan a esta majestuosa ave se encuentran Tácito, Plinio el Viejo, Luciano, Ovidio, Séneca, Claudio Claudiano, Pablo de Tarso, el Papa Clemente I de Roma, Epifanio de Salamina y san Ambrosio.
De las culturas arcaicas, asentadas en las costas del Mar Mediterráneo, nos llegaron diversas versiones de la leyenda del Ave Fénix. Algunas variantes indican que resurge de sus cenizas cada milenio, otras, que lo hace cada quinientos años, pero todas lo asocian con el poder destructivo y renovador del Fuego y coinciden en que es de belleza incomparable y que periódicamente muere envuelta en llamas.
Plinio nos habla de que su especie consta de un único ejemplar, y Clemente I de Roma refiere que cuando había vivido quinientos años e intuyendo que su muerte se aproximaba, construía un nido con ramas de sándalo, roble y otras maderas y hierbas resinosas y aromáticas como canela, nardos, mirra y cardamomo, y luego, exponiéndose directamente al Sol, la pira ardía en llamas junto con el ave, y al cabo de tres días, renacía de sus propias cenizas:
Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.
Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, XXV.
Por ello, era denominado también como el Pájaro de la Resurrección, es símbolo del renacimiento, la regeneración, la esperanza, la purificación y la inmortalidad, como lo adoptó la tradición cristiana primitiva. Es emblema vivo de la Palingenesia registrada celosamente en el inconsciente colectivo de la humanidad y que comparte su principio básico con la Doctrina del Eterno Retorno, postulada por los estoicos.
La palabra Fénix deriva del latín, Phoenicopterus, y éste del griego Phoenix (Φοῖνιξ), que significa "alas rojas". Los persas lo llamaban Simurgh o Huma. En Japón existía un ser análogo conocido como Ho-oo, en el folclore eslavo era el Zhar-Ptitsa el "Pájaro de Fuego", que inmortalizaría musicalmente Igor Stravinsky. Los taoístas designan al fénix con el nombre de Ave de cinabrio por ser el cinabrio, un compuesto de azufre y mercurio (sulfuro de mercurio HgS), de un profundo y bello color rojo. No hace falta mencionar que estas dos sustancias opuestas son de suma importancia en el arte de la Alquimia.
En Egipto era llamado Bennu o Belu, deidad que se consideraba heredero o encarnación de Ra (dios Sol) y símbolo de Osiris. Su ciudad sagrada, donde se rendía culto de sus dones, era Heliópolis. En India era Garuda. Según las leyendas de los nativos americanos, existe un ave a la que llamaban Yel, Piasa, o "Pájaro de Trueno", que remataba el tótem y que guarda varias similitudes con el fénix del viejo mundo. También se identifica con la figura de Quetzalcóatl en Mesoamérica.
La cualidad esencial de este ser era la de "crearse a sí mismo", por ello representaba igualmente a Atón-Ra. La mitología egipcia afirma que este gran pájaro viajaba desde su hogar en Arabia o en Etiopía hasta su templo solar sagrado cada medio milenio, que es el promedio de años que cumplía desde su nacimiento hasta su deceso. Su llegada y partida determinaba los ciclos del tiempo, por ello Heliópolis llegó a ser el centro de regulación y legislación del calendario. También era un símbolo de las revoluciones solares y de los ciclos del Nilo. La iconografía egipcia suele representar al Fénix con una corona llamada atef, y su santuario fue bautizado con el nombre Hut-Benben (que significa "la casa del obelisco").
De acuerdo con las leyendas adoptadas por el cristianismo, el fénix habitaba en el Jardín del Edén y su nido estaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados de ahí, de la espada de un querubín brotó una chispa que desató el incendio de su nido. Sin embargo, por ser el fénix el único ser que evitó comer del fruto prohibido, recibió el don de la inmortalidad. Desde entonces, fue capaz de renacer de sus propias cenizas. También se le atribuye otra habilidad: la de curar enfermedades o dolencias con sus lágrimas.
INRI
En el Evangelio de Juan 19:19-20 se describe que al ser crucificado Jesús-Cristo, Poncio Pilato ordenó que se colocara un letrero sobre la cruz con la siguiente inscripción en latín:
IESVS · NAZARENVS · REX · IVDÆORVM
Jesús de Nazareth, Rey de los Judíos
Las cuatro letras iniciales de esta inscripción forman el acrónimo INRI, pero existen "otras" interpretaciones esotéricas de este acrónimo, adoptadas por algunas escuelas de misterios rosacruces y masónicas, de las cuales la más destacable es la que reza:
IGNE · NATVRA · RENOVATVR · INTEGRA
Por el Fuego la Naturaleza se Renueva Completamente
Aunque no hay evidencia de que sea anterior al Evangelio, y por tanto, un símbolo de los antigos cultos paganos, este acrónimo corresponde muy bien a la anterior interpretación en cuanto al fuego como símbolo de la renovación del Cuerpo del Cristo, inmolado o sacrificado para luego renacer. El fuego, ese misterioso principio del que se sirve la Naturaleza en todas sus obras, produciéndolas, conservándolas y reformándolas, y apareciendo así, a veces como Creador, a veces como Conservador, y otras como Destructor.
Es un Fuego filosófico, que encarna la Divina Sabiduría, que actúa no sólo en la naturaleza material, sino también en la espiritual. Este Fuego es Indra, de aspecto celeste, que veneraban los antiguos arios también en su aspecto terrenal bajo la forma de Agni, quien fue entre los latinos el Ignis que enciende, y por lo tanto, se expresa en su propia víctima del auto-sacrificio:
¡Oh Agni! ¡Fuego Sagrado! ¡Fuego Purificador! Tú que duermes en el leño y subes en llamas brillantes sobre el altar, tú eres el corazón del sacrificio, el vuelo osado de la plegaria, la chispa escondida en todas las cosas y el alma gloriosa del Sol.
Himno védico.
Ese fuego que consume la naturaleza mortal y convierte en inmortal a quien sabe resistir su poder purificador y regenerador, es el Fuego Secreto, imprescindible en la Gran Obra del alquimista, y de cuya luz se sirve constantemente para revelar los estados de la Prima Materia, la Madre de la Piedra, y su calor para fatigarla, mortificarla, restaurarla y consolidar gradualmente su perfección, que en principio se encuentra en estado latente en todo ser; en todo cuanto existe.
Durante la Edad Media al Fénix se lo relacionó con el planeta Venus del cual se decía que era: "Guía del Sol"; "El que precede al Sol"; "Estrella de la Mañana"; "Lucero del Alba"; "Hijo de la Aurora"; "El Portador de la Luz"; Lucifer, con lo cual se cumple la sublime profecía de aquel que clama en el desierto:
Yo os bautizo con el Agua; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo; a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias; Él os bautizará con el Espíritu Santo y con el Fuego.
Lucas 3:16.
De acuerdo con el relato medieval de Parzival, escrito por el monje-guerrero y poeta alemán Wolfram von Eschenbach, una piedra llamada lapis exillis hace arder al Fénix, y a la cual le da además el nombre de un objeto sagrado que cura todas las enfermedades revitalizando y rejuveneciendo indefinidamente el cuerpo físico.
La fuerza mágica de la piedra hace arder al Fénix, que queda reducido a cenizas, aunque las cenizas le hacen renacer. Así cambia el Fénix su plumaje y resplandece después en sus mejores galas, siendo tan bello como antes. Por muy enfermo que esté alguien, si ve un día la piedra, no puede morir en la semana siguiente y mantiene toda su belleza. Quien en la flor de la vida, fuera doncella o varón, contemplara la piedra durante doscientos años, conservaría el mismo aspecto: sólo el cabello se le tornaría gris. La piedra proporciona a los seres humanos tal fuerza vital que su carne y sus huesos rejuvenecen al instante. Esta piedra se llama también el Grial.
El término lapis exillis se ha interpretado, principalmente, como «piedra pequeña», «piedra del cielo», «piedra de los sabios», «piedra del exilio» o «piedra de sílice». En el relato, Perceval describe este objeto como una piedra preciosa (quizás una esmeralda) que cayó de la corona o de la frente de Lucifer durante su lucha con el Arcángel Miguel y que fue traída a la Tierra por los ángeles donde su poder se neutralizó, y de la cual fue tallada la copa en la que José de Arimatea recogió la sangre de Jesús. Curiosamente, en 1247, el Patriarca de Jerusalén envió al rey Enrique III de Inglaterra un cáliz, que se tenía como Santo Grial, adornado con esmeraldas.

Además, la esmeralda se relaciona a menudo con la perla situada en la frente (corona) del dios Shiva, denominada Urna, que representa la omnisciencia y el conocimiento absoluto del Universo, en completa analogía con el chakra Ajna o Tercer Ojo; el ojo interno de la mente.

Los antiguos astrólogos vincularon al fénix con la revolución sideral porque creían que la concepción de un nuevo Ave Fénix señalaba el inicio de una nueva era para la humanidad. El Fénix, en astronomía, es la constelación austral, introducida en el siglo XVI, que está situada al sur de la Grulla y se le asoció también con el planeta Mercurio, símbolo de naturaleza "acuática".
El alquimista Michael Maier describe esta criatura con cuello de color púrpura, rodeado de un collar dorado, con su cabeza adornada con un penacho rutilante como el rubí, con alas blanquecinas en la parte delantera y rojizas por detrás. Maier señala también que este animal migra a Tebas cada diez siglos para morir, feliz de terminar sus días con la esperanza segura de resucitar.
Según la mitología egipcia del siglo XIII AEC., el primer dios era Belu (la "garza púrpura") cuyo graznido dio inicio al Tiempo. Belu era considerado como la deidad responsable de rescatar al mundo del Caos y la Oscuridad.
Por otra parte, la mitología griega afirma que la hermosura del canto del fénix fue capaz de hacer que Apolo (Febo), el dios Sol, detuviera su carroza para oírla, pero al reiniciar su viaje, las chispas de las patas de sus caballos prendieron fuego al nido y el fénix pereció en un incendio de perfume y apasionadas canciones. Después de tres días, un fénix renovado resurgiría de sus escombros para retornar al Paraíso.
De acuerdo con Heródoto, Plinio y Epifanio de Salamina, el fénix viajaba a Egipto cada quinientos años, para llevar el cadáver de su padre en la en la puerta del Templo del Sol de la ciudad de Heliópolis. Heródoto, al respecto escribió:
Aún hay allí otra ave sagrada cuyo nombre es fénix. Yo no la he visto sino en pintura. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, cada quinientos años según los de Heliópolis, y cuentan que sólo viene al Egipto cuando muere su padre. Si su tamaño y figura se parecen a su pintura, las plumas de las alas son en parte doradas, en parte de color de carmesí; es muy parecida al águila en contorno y tamaño. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mí poco dignos de fe, no omitiré referirlos. Para trasladar el cadáver de su padre desde la Arabia al templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre; el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren.
Heródoto, Los Nueve Libros de la Historia Libro II, cap. LXXIII.
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Bibliografía.

-Heródoto, Los Nueve Libros de la Historia.
-Wolfram von Eschenbach, Parzival. Siruela.
-Aldo Lavagnini, Manual del Caballero Rosacruz. Ed. Kier.
-J. Felipe ALonso, Diccionario Espasa. Ciencias Ocultas. Ed. Espasa.
-Édouard Schuré, Les Grands Initiés. (1889).