Historia del arte · Mitología comparada · Psicología profunda · Simbología religiosa · Filosofía oculta

3 de diciembre de 2008

Navidad: orígenes y significado


a Navidad es, con toda seguridad, la fiesta más importante del año y es una de las más celebradas por una gran parte del mundo, no sólo por la amplia difusión que le otorgó el cristianismo sino, sobre todo, por contener un significado universal.

La palabra Navidad proviene del latín nativitas (natividad) que significa nacimiento, en referencia al nacimiento de Jesús el Cristo en Belén, mismo que se narra en los evangelios de san Mateo y san Lucas. La Navidad es celebrada por la mayor parte de los cristianos anualmente cada 25 de diciembre, aunque en ninguna parte de la Biblia se menciona la fecha exacta del nacimiento de Jesús.

Los orígenes de la celebración de la Navidad se remontan a las costumbres de los pueblos de la antigüedad que celebraban el solsticio del invierno, cada 21 o 22 de diciembre. Diversas culturas separadas geográficamente y temporalmente entre sí, contemplaban que el dios Sol moría cada 22 de diciembre, el día más corto del año, para renacer el día 25 en un ciclo cósmico vital que se guarda en diversos mitos y leyendas como el del Ave Fénix, el ave de la resurrección.

Desde muchos siglos antes de Cristo, cada 25 de diciembre los romanos celebraban la fiesta del nacimiento del nuevo Sol, razón por la que no es extraño que, según la mitología clásica, algunos dioses griegos y romanos hayan nacido en esa fecha, asociada también a Helios, dios del Sol, y Apolo, dios de la luz y el conocimiento. El emperador Aureliano estableció oficialmente esta fiesta en el año 274 con el nombre de Dies Natalis Solis Invicti (Día del Nacimiento del Sol Invicto). Sol Invicto era un título que se llegó a aplicar, en diferentes momentos, a tres divinidades distintas: Elagabalus o Heliogabalus, de origen sirio; Mitra, de origen indoiranio, y Sol. Las modernas fiestas de Navidad, aunque llevan la intención de recordar el nacimiento de Jesús, en realidad están recordando una muy antigua fiesta pagana dedicada al Sol.

El festival romano del solsticio de invierno era conocido como Brumalia (del latín bruma, 'invierno'; brumales dies, 'los días más cortos del año'), celebrado durante 30 días comenzando desde el 24 de noviembre, en honor a Baco, dios agrícola del vino y el éxtasis, cuyo nacimiento se conmemoraba el 6 de enero, y está posiblemente relacionado al antiguo festival griego de Leneas en honor a Dioniso Leneo, realizado durante el mes de Leneón (entre enero y febrero).

La Saturnalia, o las saturnales, eran fiestas dedicadas a Saturno, dios de la agricultura, y servían para recordar los tiempos antiguos. Esta festividad se celebraba oficialmente el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba desde el 17 al 23 de diciembre, siete días de regocijo, de festines y placeres en que se repartían obsequios y se liberaba temporalmente a los esclavos. Se suspendían y se posponían los negocios, las ejecuciones, y todas aquellas actividades que pudieran empañar el júbilo al grado de evitar, si era posible, toda acción de guerra durante esos días. Abundaba el vino y las bacanales no estaban prohibidas. En general, esas festividades eran motivadas por el mismo sentimiento de acercamiento de las personas con el solo fin de fraternizar y divertirse, sentimiento que a final de cuentas es el mismo de nuestras fiestas navideñas actuales.

El retorno del Sol Invictus durante las Saturnales romanas

Al mismo tiempo, se celebraba en el norte de Europa una fiesta de invierno similar, conocida como Yule, en la que se quemaban grandes troncos adornados con ramas y cintas en honor de los dioses. Los germanos y escandinavos celebraban el 26 de diciembre el nacimiento de Frey, dios nórdico del Sol naciente, la lluvia y la fertilidad.

El Árbol de Navidad

También adornaban un árbol perenne, que representaba al Yggdrasil, el Árbol del Universo en cuya copa se encontraba Asgard y el Valhalla, y en sus raíces estaba el Helheim, el inframundo nórdico. El cristianismo adoptó esta costumbre cuando llegó al norte de Europa hasta extenderse ampliamente durante el siglo XIX para dar lugar al árbol de Navidad que hoy conocemos.

La leyenda cuenta que en el año 773, san Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, en un acto del más puro fanatismo, taló los bosques sagrados germanos y entre ellos, cortó el árbol consagrado a Thor-Donnar (un roble sagrado muy antiguo venerado por todos los pueblos germánicos del mundo y que representaba al Yggdrasil o al Irminsul, y era considerado el Axis Mundi, "Eje del Mundo") con el fin de condenar el culto a los dioses germánicos. De sus raíces creció un pino, lo que para san Bonifacio fue una señal de la nueva fe cristiana: "Dejemos que Cristo sea el centro de vuestros hogares", y desde entonces el pino se convirtió en símbolo de la cristiandad. Curiosamente el mito de la muerte del dios frigio Attis se asemeja a este legendario suceso, pues al morir, Attis, desangrado por castración, renace en forma de pino.

Sin embargo, la propia Biblia (Jeremías 10:1-25) prohíbe adornar los árboles del bosque como lo hacían los paganos.

Las Puertas Solsticiales y el ciclo eterno de nacimiento, muerte y resurrección

Durante el tiempo que transcurre desde el solsticio de verano (21 de junio) hasta el solsticio de invierno (22 de diciembre), los días se hacen más cortos y más fríos. Desde el hemisferio norte, el Sol aparenta moverse cada día hacia el sur y la luz solar disminuye y se hace menos intensa. El acortamiento de los días y la expiración de la vegetación al acercarse el invierno, simboliza el proceso de la muerte: la muerte del dios Sol, misma que ocurre definitivamente el 22 de diciembre, en el solsticio de invierno. Durante seis meses el Sol, en su cenit diario, se desplaza hacia el sur hasta llegar a su punto más bajo en el cielo, el 22 de diciembre.

A partir de este día, el Sol parece estacionarse: el Sol se detiene (sol-stat)[1] y deja de moverse hacia el sur quedándose en su punto más bajo durante tres días, que corresponden aproximada y generalmente al 22, 23 y 24 de diciembre. Pasados los tres días con las noches más largas del año y en su máximo de oscuridad, el 25 de diciembre, el Sol se mueve hacia el norte: resurge y crece, lo que anuncia el comienzo de días más largos y más cálidos que precederán a la primavera, aumentando la luz nuevamente hasta el verano. Se cumple así y admirablemente la profecía de Juan Bautista: "Es preciso que Él crezca y yo disminuya" (Juan, 3:30). El máximo de oscuridad del solsticio de invierno es el preámbulo de la esperanza, y el hombre encuentra todo su contento.

La festividad cristiana

Después de la Pascua de Resurrección, la Navidad es la fiesta más importante del año eclesiástico cristiano. Ya que los evangelios no mencionan fechas, no es probable que el Jesús histórico naciera el 25 de diciembre.

Sólo hacia el año 130, el papa Telésforo institucionalizó la fiesta de Navidad, misma que se celebró en diversas fechas. Ya en la primera mitad del s. IV, los primeros cristianos celebraban la Natividad, conjuntamente con la Epifanía y con el bautismo, el 6 de enero, cuando según la tradición, los sabios-magos de oriente ("reyes magos") visitaron y adoraron al Niño Jesús (La tradición de los "Tres reyes magos" aparece en el siglo V bajo las enseñanzas del papa san León como consecuencia lógica de los tres regalos descritos en el Evangelio: oro, incienso y mirra). De manera que las dos fiestas principales eran una única celebración de la Encarnación del Verbo, festividad fijada por la Iglesia Alejandrina como Dies nativitatis et epifaníæ que quedaba muy próxima a las fiestas romanas saturnales y que culminaban en el primer día del invierno, el 22 de diciembre.

La distinción y coexistencia de estas fiestas data hacia finales del s. IV y principios del s. V. Posteriormente fueron separadas: el 6 de enero en Oriente con el nombre de "Epifanía" y el 25 de diciembre en Occidente con el nombre de Natalis Domini (Nacimiento del Señor).

En el año 350, el papa Julio I sugirió que el nacimiento de Jesús fuese celebrado el 25 de diciembre, lo cual fue decretado por el papa Liberio en 354, aunque parte de la comunidad ya guardaba ese día por lo menos desde diez años antes. La primera mención de un banquete de Navidad en esta fecha, data de 379, en Constantinopla. Ya bajo la influencia de san Juan Crisóstomo y san Gregorio Nacianceno, la fiesta fue introducida plenamente en Antioquía hacia 380. Así fue que se colocó artificialmente el 25 de diciembre como fecha de la Natividad de Jesús, en un acto de colonialismo cultural. De esta manera se seguía la política de sincretismo de la Iglesia primitiva que consistía en usurpar y absorber los ritos paganos existentes que desde los primeros tiempos habían celebrado el solsticio de invierno y la espera de la primavera.

Antes de institucionalizar esa fecha, el culto al Sol se encontraba en gran auge con el mitraísmo, que fue una de las más importantes religiones del Imperio romano llegando a rivalizar con el cristianismo hasta el s. IV. El dios solar persa Mitra fue conocido y adoptado en Roma hacia el año 62 a.C. y su culto se extendió con gran rapidez por todo el Imperio incluyendo sus provincias.

Mitra
En 325, el emperador romano Constantino I hizo del cristianismo la religión oficial de Roma para poder unificar su gobierno. Constantino, como político avisado, optó por la cristianización del Imperio debido al carácter uniformador, proselitista e intolerante del cristianismo, en contraste con otras religiones como el mitraísmo. Los romanos convertidos al cristianismo no pudieron abandonar del todo sus antiguas tradiciones y festividades paganas, las cuales estaban tan arraigadas que la Iglesia tuvo que usurparlas y darles un sentido cristiano: lo que hace que en la actualidad, durante nuestras fiestas navideñas, estemos recordando en realidad un antiguo mito solar y las saturnales romanas.

Pero también, la elección del 25 de diciembre como fecha de nacimiento de Jesús tuvo una razón fundamentalmente simbólica. La simbología de la luz y del Sol como representación de Cristo, y de su victoria sobre la oscuridad, tuvo un desarrollo significativo por parte de los cristianos, ya que fue inspirada en parte por algunos textos bíblicos tales como el salmo 18: "Ha hecho del Sol su morada" y Malaquías 4:2; "Para vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus rayos traerá la salud".

La mayoría de los templos paganos de la antigüedad se construían de modo que sus cabeceras, es decir, donde se colocaban el altar o la figura del dios, quedaran dispuestas hacia el oriente, de manera que se "orientaban", así, el devoto quedaría de frente hacia esta misma dirección desde donde se le vería salir al Sol cada mañana. Los judíos, no deseando hacer lo mismo que los paganos, construyeron sus templos mirando hacia occidente, considerado como el lugar donde muere el Sol y, por lo tanto, de las tinieblas. No obstante, la práctica de rezar en dirección hacia el oriente tuvo gran difusión entre los cristianos de modo que cuando los rayos del Astro Rey atravesaban el ábside, se podía identificar la luz con el propio Cristo. El tradicionalista francés Jean Hani explica:
La puerta está al oeste, al poniente, en el lugar de menos luz, que simboliza el mundo profano o, también, el lugar de los muertos. Al entrar por la puerta y avanzar hacia el santuario, uno va al encuentro de la luz: es una progresión sagrada, y el cuadrado largo es como un camino que representa la 'Vía de Salvación', la que conduce a la 'tierra de los vivos', a la ciudad de los santos, donde brilla el Sol divino.
San Jerónimo (340-420 d.C.) queriendo explicar que el nacimiento de Cristo debe ser celebrado el 25 de diciembre dice: "Hasta aquel día (25 de diciembre) crecen las tinieblas y desde aquel día disminuye el error y viene la verdad. Hoy nace nuestro Sol de justicia". (Sermón, in Anecd. Mared III 2, 297). Y san Máximo de Turín (mitad del s. IV) afirma: "El tiempo nos advierte de que la Navidad de Cristo Señor está cerca. El mundo, con sus mismas angustias, habla de la inminencia de algo que lo renovará, y desea con una espera paciente que el esplendor de un Sol más fúlgido ilumine sus tinieblas… Esta espera de la creación también nos lleva a nosotros a esperar el surgimiento de Cristo, nuevo Sol". (Sermón 61a, 1-3).

La Navidad actual

La Navidad, tal como la conocemos hoy, se puede decir que es una creación reciente del siglo XIX. Los villancicos fueron recuperados y se compusieron muchos nuevos (la costumbre de cantar villancicos, aunque de antiguos orígenes, procede fundamentalmente del siglo XIX). Las tarjetas de navidad no empezaron a utilizarse hasta la década de 1870, aunque la primera de ellas se imprimió en Londres en 1846. La actual imagen de Santa Claus, con el trineo, los renos y las bolsas con juguetes, es una invención estadounidense de estos años, y en el s. XX, la empresa Coca-Cola modificó y utilizó su imagen con fines publicitarios. No obstante, la leyenda de Santa Claus, Papá Noel o Sinterklaas es antigua y compleja, y procede en parte de la leyenda de san Nicolás de Bari (270-345) y su sincretismo con algunas figuras mitológicas como Odín y Ded Moroz o Padre Invierno, de la mitología eslava.

Actualmente, la Navidad es una fiesta más profana que sagrada. Es tiempo de gran actividad comercial, consumismo y materialismo. El intercambio de regalos, las reuniones y las comidas familiares parecen ser el propósito central, dejando en relativo olvido el verdadero significado de esta festividad que ha sido importante para innumerables pueblos.

Véase también:

·Volando con los renos de Santa Claus
·Verdades y mentiras de Zeitgeist
____________________
Notas.

[1] ↑ N. del Ed. Sol-stat, literalmente "Sol estático", de donde proviene la palabra 'solsticio' (solstitium). El fenómeno del Sol-stat, también ocurre en verano.